Tearaway es un juego tan delgado como una hoja de papel. Es como una página en blanco, en la que acampan maravillas indecibles: borradas por un gesto brusco y repentino, desaparecen solo para hacer que la hoja se doble y se convierta en otra cosa: un origami preciso, bello en la exaltación de sus geometrías. De nuevo todo se deshace: la sábana se arruga y se convierte en una bola, para hacerte jugar, y sorprenderte, de una manera aún diferente.
Tearaway es el monumento a la creatividad de un equipo que quiere escapar del aburrimiento de la industria. Es un título inagotable, vivo, que trasciende los confines del videojuego para convertirse en patchwork, una mesa de bricolaje, un diorama digital de figuras estilizadas. Extremadamente calculado en términos de tiempo y sugerencias, se despliega en la pantalla de PsVita una de esas experiencias que parecen, desde el primer momento, inolvidables.
Como una hoja de papel entre dos mundos
Después de Little Big Planet no fue fácil volver a esbozar un producto original y vibrante destinado a abrazar un experimentalismo comunicativo tan fuerte. Pero MediaMolecule no se contuvo, y nos brinda un videojuego exclusivo en PsVita envuelto en un poder imaginativo inalcanzable. El equipo continúa persiguiendo un estilo que exhibe el encanto de una creación artesanal y tenue sostenida en posición vertical por materiales simples. En la aventura de Sackboy todo fue un enjambre de formas de cartón, baratijas escondidas por quién sabe cuánto tiempo en el ático, esponjas y plantillas de colores. Aquí, en cambio, la hoja de papel es el elemento básico con el que construir las coreografías en las que se mueve Iota, una pequeña protagonista también hecha de papel.
Y aquí es que el mundo de Tearaway está hecho de arquitecturas que aparecen ante nuestros ojos como las de un libro Pop-Up, de Papercraft y hojas enrolladas, recortes de periódicos y origami. Coloreado con colores delicados, desteñido, áspero como las hojas de papel reciclado, este pequeño universo es una alegría para los ojos, lleno de paisajes en los que perderse. Ya sean los colores aún vivos del Huerto festivo, las extensiones nevadas del amenazador Colle Forca o los tonos amarillos del trigo maduro que se extienden en los campos de Calendimaggio, Tearaway revela una maravilla que parece no tener fin, cada vez jugando con el horizonte de espera del espectador. Continuando por los caminos que deberían llevarnos hacia el sol – en verdad una brecha abierta entre el mundo de Iota y el real, desde donde la gente de papel ve la cara del jugador – descubrimos construcciones cada vez más complejas, intrincadas y hermosas Papercraft.
A Nivel de juego el título es una plataforma tridimensional con un ritmo tranquilo, centrada más en la exploración que en la acción. Las primeras etapas del juego se detienen para explorar las soluciones creativas adoptadas por el equipo. Cuando vemos una superficie ondulada, más frágil que las demás, sabemos que podemos atravesarla con nuestro dedo, que, posicionado en el panel táctil detrás, marca el control totémico en el mundo del juego. En estos casos PlayStation Vita se transforma casi en una fina sábana colocada en nuestro mundo: la cámara enmarca lo que hay detrás de la consola, y entre las lágrimas que genera el indiscreto índice se vislumbran fragmentos de nuestra realidad. Uno de los aspectos más bellos de Tearaway es precisamente su contenido meta-lúdico exhibido, su insistencia en la relación que existe entre nuestro mundo y el de Iota. El diálogo continuo entre el juego y la realidad continúa en varios niveles: sd ejemplo cuando con la cámara hay que buscar «texturas» para cubrir elementos del escenario, o cada vez que el juego envía, en el sitio. Tearaway.me, el esquema de un papercraft con el que construir los personajes que acabamos de fotografiar.
Luego está todo el esquema lúdico, que nos pide que toquemos la parte trasera de la consola para hacer saltar a Iota, o que lo llevemos con la punta del dedo a través de un mar de lava. O incluso hacer que los enemigos salpiquen por todas partes con nuestro índice.
Jugabilidad de Tearaway parece acumularse poco a poco, nivel tras nivel. En los primeros momentos Iota ni siquiera tiene fuerzas para saltar, pero aprende a «usar la tecla X» después de una buena sesión en la que los skins del tambor, tocados por nuestras yemas de los dedos, lo lanzan por los aires. Más adelante, rodando entre los engranajes de un viejo molino, nuestro protagonista aprenderá a enrollarse, a meterse en los agujeros más inesperados o tirar la «basura» (como se llama a los enemigos) que lo bombardean desde lo alto de un par de zancos. En resumen, incluso las (raras) peleas se sazonan rápidamente con nuevos elementos, en un título que nunca conoce una fase cansada.
Cruzando los escenarios en busca de los muchos coleccionablePor tanto, pronto se convierte en la urgencia de un jugador entusiasta por los mil trucos del título. A medida que los escenarios se van volviendo cada vez más abiertos, se multiplican los rincones secretos y las zonas ocultas, donde poder abastecerse de confeti: estos se utilizan para comprar adornos con los que personalizar al protagonista o, en ocasiones, los elementos del juego. Los extraños personajes que pueblan el mundo del papel nos piden de vez en cuando que les pongamos pegatinas y parches, para hacerlos ahora más terroríficos, ahora más elegantes. En algunos casos tendremos que recortar algunos objetos en láminas de colores, para construir calabazas, coronas, guantes. Al delinear formas simples con el uso de la pantalla táctil, podremos dar rienda suelta a nuestra creatividad y ver cómo cambiará el mundo en función de nuestra destreza artística. El gris Colle Forca podría animarse con una nevada de cristales veteados de color púrpura o con una lluvia de hojas todavía verdes, según lo que hayas dibujado.
La entrega de estos ambientes maleables, de alguna manera moldeados también por tu paso, es el último de los virtuosismos imprudentes de Tearaway, que en las primeras horas de juego ya te enamora, y te deja sin palabras por la encantadora sencillez con la que trastoca los cánones del género.